Raíces a través de los continentes: la historia de Ucrania en América Latina

9 de diciembre de 2024
Siga el viaje de los ucranianos cuya migración ha tejido hilos únicos en el mosáico cultural y social de América Latina.
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Los ucranianos en América Latina presentan una historia poco conocida formada por generaciones de migración, resistencia e intercambio cultural.

Desde finales del siglo XIX, han dejado huellas perdurables en el tejido social y económico de países como Brasil, Argentina y Chile, contribuyendo a la innovación agrícola, los logros profesionales y las vibrantes tradiciones culturales.

Brasil

De todos los países con comunidades ucranianas en el mundo, sólo en Brasil se ha acuñado y utilizado ampliamente el término "Ucrania brasileña". Refleja el profundo impacto de una de las mayores y más antiguas diásporas ucranianas del mundo, con más de 500.000 personas.

La historia comienza a finales del siglo XIX, durante la «fiebre brasileña», cuando los ucranianos de Galitzia y Bukovyna emprendieron un viaje peligroso a través del océano. Estos pioneros, que se asentaron principalmente en el estado de Paraná, se enfrentaron a duras condiciones, pero desempeñaron un papel decisivo en el desarrollo agrícola de Brasil.

Desbrozaron bosques tropicales, establecieron molinos, introdujeron la agricultura cooperativa y cultivaron tanto cultivos familiares como el trigo y rijol junto con productos básicos locales como el café, frijoles negros y menta.

La inmigración continuó en oleadas distintas. Entre 1907 y 1914 los ucranianos llegaron para trabajar en la construcción del ferrocarril, una tarea peligrosa que a veces provocaba conflictos con la población indígena local.

La última oleada significativa se produjo después de la Segunda Guerra Mundial (1947-1951), y trajo consigo una nueva demografía de intelectuales y profesionales desplazados que diversificarían la contribución de la comunidad a la sociedad brasileña.

Mientras que el 70% de los ucraniano-brasileños permanecieron en la agricultura, otros se integraron en la vida urbana como empresarios, trabajadores industriales y profesionales.

Su impacto es quizás más visible en Prudentópolis, Paraná, también conocida como la capital de la «Ucrania brasileña», donde el 75% de la población afirma tener ascendencia ucraniana y el ucraniano es la lengua oficial junto con el portugués.

La comunidad ucraniano-brasileña ha producido muchas figuras destacadas en diversos campos, enriqueciendo el panorama profesional y cultural de Brasil. Entre ellos, desde los empresarios Roberto y Rui Demeterko hasta profesionales de la medicina y el derecho como Alonso Antonyuk y Taras Savytsky, el cineasta Guto Pasko es un importante icono cultural.

Ex presidente de la Asociación de Vídeo y Cinematografía del Estado de Paraná y el director de la Asociación de Cine Documental de Brasil, Pasko ha contribuido sustancialmente al cine brasileño.

Más allá del cine, la influencia de Pasko se extiende a la política, donde formó parte del Consejo Municipal de Asuntos Culturales de Curitiba, contribuyendo a configurar el panorama cultural de la ciudad.

Pasko creció hablando sólo ucraniano hasta los 11 años, encarnando la fuerte preservación cultural de la comunidad. Su trayectoria desde sus humildes comienzos hasta convertirse en un destacado líder cultural, político y cineasta ejemplifica la dinámica evolución de la identidad ucraniano-brasileña.

Su documental «Made in Ucrania» capta el espíritu perdurable de los ucranianos en Paraná, sirviendo de testimonio de su duradera influencia en la sociedad brasileña.

Argentina

La presencia ucraniana en Argentina refleja en muchos aspectos la historia de Brasil, pero tiene un significado único.

Con más de 350.000-500.000 y sus descendientes, la comunidad ucraniana de Argentina es la séptima diáspora ucraniana más grande del mundo y la segunda de América Latina, y ha construido su legado durante más de un siglo.

La primera oleada organizada de emigración ucraniana a Argentina comenzó en 1897, con colonos procedentes principalmente de Galitzia que buscaban oportunidades en las tierras complicadas de la provincia de Misiones, especialmente en los alrededores de Apóstoles.

Estos pioneros se enfrentaron a obstáculos formidables, desde los bosques subtropicales hasta la fauna venenosa, pero su perseverancia transformó la naturaleza salvaje en tierras de cultivo productivas. Su innovación agrícola fue especialmente notable en el cultivo del mate, el tabaco y el arroz, cultivos cruciales para la economía argentina.

Otras grandes oleadas de inmigración se produjeron entre 1920 y 1939, entre 1946 y 1960 y durante la década de 1990.

La influencia ucraniana se extendió más allá de la agricultura, hacia el desarrollo industrial. En la década de 1970, equipos energéticos de fabricación soviética ucraniana alimentaban una parte importante de la red eléctrica argentina, incluidas las grandes centrales hidroeléctricas como Salto Grande, Piedra del Águila y Yacyretá, contribuyendo en última instancia al 37% de la generación eléctrica del país.

Los ucraniano-argentinos han destacado en numerosos campos: Gustavo Grobocopatel surgió como magnate de la agricultura en varios países, Oscar Pablo Dudik ocupa cargos en el gobierno provincial.

La comunidad también ha producido artistas notables como el músico folclórico «Chango» Spasiuk, al tiempo que ha dejado huella en la literatura a través de la poeta Alejandra Pizarnik y el escritor César Tiempo, y en el deporte a través del medallista olímpico Pedro Stetsiuk y el entrenador de fútbol José Néstor Pekerman.

Tal vez, una de las historias más notables sea la de Yuriy Poliansky, cuya trayectoria de refugiado de la Segunda Guerra Mundial a célebre científico ejemplifica el legado ucraniano-argentino de resistencia y superación. Llegado a Buenos Aires en 1947, Poliansky trabajó inicialmente en las minas, a pesar de ser doctor, antes de incorporarse al Servicio Geológico Nacional de Argentina.

Sus investigaciones en los Andes revelaron conocimientos cruciales sobre los procesos de glaciación y establecieron que la cordillera presentaba la mayor fluctuación de la línea de nieve del mundo. Como profesor de la Universidad de Buenos Aires, fue el autor del primer libro de geología del país y el mentor de generaciones de geólogos.

Sus contribuciones le permitieron el ingreso en la Academia Nacional de Ciencias y el Premio Nacional de Argentina en 1964, mientras que sus publicaciones en español e inglés hicieron que su influencia se extendiera mucho más allá de las fronteras argentinas hasta su muerte en 1975.

Chile

La presencia ucraniana en Chile cuenta una historia diferente a la de sus vecinos latinoamericanos: menor en escala, pero rica en el impacto. A diferencia de Brasil o Argentina, las limitadas perspectivas agrícolas de Chile atrajeron inicialmente a pocos colonos ucranianos.

La comunidad actual ronda los 1.000. Es difícil obtener datos precisos debido a los factores como la herencia mixta y la asimilación. Fuente: Página web del MAE ucraniano) está formada principalmente por profesionales, empresarios y familias que llegaron por diversas circunstancias.

La primera huella ucraniana en Chile fue cultural más que migratoria: en 1897, la renombrada cantante de ópera Solomiya Krushelnytska cautivó al público santiaguino durante cinco meses con sus actuaciones en Aida, El baile de máscaras y Fausto.

La primera presencia ucraniana importante se produjo en 1948-1949, cuando llegaron unos 300 refugiados procedentes de campos europeos, entre ellos antiguos soldados del Ejército Insurgente Ucraniano y personas que huían del control soviético tras la Segunda Guerra Mundial.

Estos recién llegados se establecieron rápidamente en Santiago, fundando una parroquia greco-católica ucraniana y un coro dirigido por L. Hizhievsky que obtuvo reconocimiento gracias a sus actuaciones en universidades, monasterios y en la radio chilena.

Entre las historias de la herencia ucraniana en Chile, destaca la de Roberto Kozak. Nacido de inmigrantes ucranianos en Argentina, las acciones de Kozak durante la dictadura militar chilena le valieron el título de "El Schindler de América Latina".

Cuando el golpe de estado del general Augusto Pinochet en 1973 desató una ola de represión, Kozak transformó su oficina diplomática en un santuario para los disidentes políticos.

A pesar del gran riesgo personal que corrió durante los registros armados, orquestó con éxito la evacuación segura de aproximadamente 33.000 personas. Su legado se honra ahora en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Chile.

Otras figuras notables de ascendencia ucraniana han enriquecido a la sociedad chilena en diversos ámbitos: el filósofo Félix Schwarzman-Turkenich, la pianista Fedora Aberasturi, Miss Chile 2008 Nataly Nadeska Chilet Bustamante, y el futbolista Serhiy Lytviak, que ayudó a ganar la Copa de Chile en 1954.

Mientras tanto, un testimonio elocuente del espíritu empresarial ucraniano en Chile fue el taller Tridente de Santiago, regentado por el inmigrante galitziano Mykola Lyakhovych desde la década de 1950 hasta principios de la de 2000.

Especializado en el calzado polar para las expediciones antárticas chilenas, el legado del taller perdura a través de botas y parches conservados que cuentan la historia de la artesanía ucraniana que satisface las necesidades de la exploración chilena.

La trayectoria de los ucranianos en Brasil, Argentina y Chile refleja una poderosa historia de resistencia y profunda integración en sus sociedades de acogida. Sus contribuciones a la agricultura, la industria, las artes y la ciencia no sólo enriquecieron a estas naciones, sino que también construyeron puentes duraderos de historia compartida y respeto mutuo.

Esta dimensión humana ofrece una base valiosa para fomentar lazos más fuertes entre Ucrania y América Latina, destacando el potencial de una colaboración más profunda basada en un legado de conexión y valores compartidos.

Este artículo ha sido elaborado en colaboración con el Instituto Ucraniano, la principal institución cultural y de diplomacia pública de Ucrania.

Anastasiia Herasymchuk | Traducido por Sasha Frolova
Redactora en Jefe adjunta de UkraineWorld | Redactora de UkraineWorld Español