La literatura antiesclavista que floreció en Ucrania: he aquí el porqué

28 de mayo de 2025
La literatura de carácter antiservidumbrista en Ucrania no es solo una condena a la opresión feudal, sino un intento de restaurar la dignidad humana y la libertad.
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En este sentido, pertenece a la tradición global de la escritura abolicionista, afín a las luchas contra la esclavitud en Estados Unidos, el Caribe y Brasil.

La literatura ucraniana contra la servidumbre sirve tanto de testimonio como de transformación: da voz a los silenciados y redefine el lenguaje cultural de la subyugación política.

Aunque en Ucrania la servidumbre no se equiparaba legalmente a la esclavitud, funcionaba como un régimen de la deshumanización sistémica.

El kripak (del término «prykripyty», que significa «atar» o «sujetar») era un campesino legalmente vinculado a la propiedad de un terrateniente, al que se negaba el derecho de marcharse o poseer tierras libremente, y sujeto al control económico y legal de un señor feudal.

La propia palabra refleja la condición esencial de esta clase social: el arraigo, no a la familia ni a la comunidad, sino a la tierra y, por extensión, a la voluntad del terrateniente.

La servidumbre en los territorios ucranianos surgió gradualmente como un proceso de sometimiento feudal que se intensificó entre los siglos XVI y XVIII.

Paradójicamente, la institucionalización de la servidumbre coincidió con el auge del pensamiento de la Ilustración en toda Europa, un periodo que proclamaba a bombo y platillo la libertad, la dignidad individual y la universalidad de los derechos.

Mientras que los pensadores occidentales formulaban teorías sobre el contrato social y la emancipación, las élites de Europa del Este afianzaban un sistema de servidumbre que subyugaba a los campesinos.

Los siervos se veían privados de autonomía, movilidad, educación, derechos de propiedad y, a menudo, integridad corporal.

Abolida formalmente en el Imperio ruso en 1861, la servidumbre había sido durante siglos el modo dominante de organización social y económica en gran parte de Ucrania.

Trataba al campesino no como a un ciudadano o sujeto con derechos, sino como a un objeto de explotación económica y sometimiento legal.

Los siervos no podían abandonar la tierra sin permiso, no tenían control sobre su trabajo y estaban sujetos a castigos corporales. A pesar de no estar definido legalmente como un bien mueble, el siervo carecía de libertad funcional.

La literatura ucraniana contra la servidumbre surgió como protesta moral e intelectual contra este sistema, dando voz a los silenciados y construyendo una contramemoria de las narrativas oficiales imperiales.

Taras Shevchenko, la figura central de la literatura ucraniana antiservidumbrista, transformó la dimensión cultural y ética de la identidad nacional.

En obras como "El sueño", "Kateryna", "La sirvienta (Naimychka)"" y "A los muertos, a los vivos y a los no nacidos", expresó no solo compasión por los oprimidos, sino también ira contra la injusticia sistémica.

Sus figuras campesinas no son meras víctimas; son actores cuyo sufrimiento el autor representa para mostrar la violencia sistemática. Cabe destacar que el propio Taras Shevchenko era un kripak. En 1838, la libertad de Shevchenko fue comprada por Karl Bryullov y el poeta Vasyl Zhukovsky, que reconocieron su talento.

Apenas una década después, en 1847, Shevchenko fue arrestado por su afiliación a la Hermandad de los Santos Cirilo y Metodio, una sociedad secreta que abogaba por el renacimiento cultural ucraniano.

Como castigo, fue reclutado a la fuerza por el ejército imperial ruso y enviado a servir bajo estricta vigilancia en Orenburgo, con la prohibición individual de escribir o pintar.

Taras Shevchenko vivió una vida breve pero emblemática: tan solo 47 años, de los cuales 34 los pasó de alguna forma en falta de libertad. Nacido en 1814 en la servidumbre, soportó 24 años bajo el yugo y 10 en el ejército imperial ruso. Así, de sus 47 años de vida, Shevchenko fue realmente libre solo durante unos 13 años.

Un episodio interesante de la vida de Shevchenko es su amistad con Ira Aldridge, actor y abolicionista afroamericano.

Su encuentro en 1858 en San Petersburgo, donde Aldridge representaba Otelo, se convirtió en un momento de encuentro de dos hombres marcados por sistemas de falta de libertad. Shevchenko, nacido como siervo, y Aldridge, nacido en medio de la opresión racial, entendían la esclavitud como una experiencia vivida. Su conexión simbolizaba una solidaridad transfronteriza.

También existen notables paralelismos biográficos entre Taras Shevchenko y Frederick Douglass, el famoso abolicionista, escritor y orador afroamericano. Ambos nacieron en sistemas de servidumbre hereditaria y esclavitud, respectivamente. Cada uno de ellos alcanzó la libertad legal más o menos al mismo tiempo: Douglass escapó de la esclavitud en 1838, el mismo año en que los amigos de Shevchenko lo rescataron de la servidumbre.

Ambos utilizaron el lenguaje y el arte como herramientas de emancipación: Douglass a través de discursos y autobiografías que revelaban la violencia de la esclavitud, y Shevchenko a través de la poesía y la pintura que condenaban la injusticia de la servidumbre y la dominación imperial.

Las historias de sus vidas dan testimonio de una estructura global de opresión compartida en el siglo XIX, en la que tanto los imperios como las economías de plantación dependían de la deshumanización de los trabajadores - y de la capacidad moral y creativa de quienes rompieron esas cadenas.

Este recentramiento de la experiencia campesina sirve tanto de denuncia de la servidumbre como de reivindicación de un nuevo contrato social dentro del sistema político ucraniano. La contribución de Shevchenko es, por tanto, comparable a la de Frederick Douglass o Sojourner Truth, no solo por el tema, sino por el valor de escribir en contra de la narrativa dominante de su época.

La narrativa antiservidumbrista no desapareció tras la abolición formal de la servidumbre en 1861. Al contrario, evolucionó hasta convertirse en una crítica de la injusticia estructural posterior a la emancipación.

Escritores como Panas Myrny ("¿Braman los bueyes, cuando sus pesebres están llenos?"), Ivan Nechui-Levytskyi ("Mykola Dzheria") y Borys Hrinchenko ("En la Encrucijada") hicieron la crónica del vacío moral que dejaba la emancipación legal sin una transformación real. Plantea la pregunta: ¿qué es la vida bajo la libertad jurídica y la alienación existencial?

Por otra parte, Marko Vovchok (seudónimo de Mariia Vilinska) llevó la literatura antiservidumbrista al terreno de la prosa realista. Su "Narodni opovidannia" (Cuentos populares), publicados en 1857, ofrecían retratos íntimos de la vida de los siervos, especialmente desde la perspectiva de las mujeres y los niños a través de la lente psicológica de la humillación, el miedo y la resistencia.

En cuentos como «Karmeliuk», «Instytutka» y «Marusia», Marko Vovchok dramatizó las intersecciones de género, poder y clase dentro del sistema de servidumbre. Su estrategia narrativa se asemejaba a la de «La cabaña del tío Tom» de Harriet Beecher Stowe, aunque surgió de forma independiente: ambas autoras trataban de despertar la empatía y la indignación moral a través de la narración.

Es importante destacar que los protagonistas de Marko Vovchok a menudo llevan rastros del orgullo cosaco: figuras como Karmeliuk son a la vez héroes populares y recordatorios de una autonomía social perdida. También en este caso, la literatura antiservidumbrista reactiva la memoria de la libertad para deslegitimar el orden.

Escritoras como Olha Kobylianska ampliaron esta tradición a la dimensión del género en la servidumbre. En "Tsarivna" la protagonista de Kobylianska no solo lucha contra las convenciones sociales, sino también contra la falta de la libertad interiorizada.

Encarna una doble resistencia: a la dominación patriarcal y a un entorno cultural que normaliza la subordinación. Esta corriente feminista de la literatura abolicionista ucraniana subraya las estructuras más amplias de la falta de libertad, más allá de la clase social.

Dicho esto, vemos cómo, aunque arraigada en un contexto histórico y lingüístico distinto, la literatura ucraniana contra la servidumbre es paralela a las tradiciones abolicionistas de otras sociedades.

Al igual que Frederick Douglass o Harriet Jacobs, Shevchenko y sus descendientes literarios ofrecen un testimonio que es a la vez particular y universal. Hablan desde Ucrania, pero hacia una visión global de la libertad basada en el rechazo de la jerarquía y la afirmación del valor humano.

Hoy, en el contexto de los renovados intentos del borrado cultural, la literatura ucraniana antiservidumbrista vuelve a ser un recurso. Enseña que la dignidad no es un ideal abstracto, sino una práctica histórica vivida. Nos recuerda que la libertad no se concede, sino que se exige.

Este artículo se ha elaborado en colaboración con el Instituto Ucraniano, la principal institución cultural y de diplomacia pública de Ucrania, y la ONG Cultural Diplomacy Foundation.

Daria Synhaievska | Traducido por Sasha Frolova
Analista en UkraineWorld | Redactora en UkraineWorld Español