El 24 de febrero, Ucrania cumplió dos años desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala. Ese día permanecerá en la memoria colectiva de los ucranianos para siempre. Hoy recordamos cómo empezó todo.
La tensión y la ansiedad estaban en el aire desde hacía tiempo. Los presentadores de las noticias advertían a los civiles del peligro y enseñaban cómo preparar las mochilas de evacuación.
Algunos ucranianos estaban seguros de que la guerra era algo inevitable, mientras que otros se negaban a creerlo hasta que Ucrania se estremeció por un ataque masivo ruso la madrugada del 24 de febrero.
La gente miraba horrorizada a través de sus ventanas, observando las columnas de humo en los lugares donde se habían producido las explosiones. Se reportaban numerosas víctimas civiles.
Se frustraron las amenazas rusas de capturar la capital en pocos días, ya que la guerra unió a Ucrania. La gente tomó las armas por primera vez en su vida para defender sus hogares.
En las primeras semanas de la invasión rusa de Ucrania a gran escala, casi 100.000 voluntarios se alistaron a las filas de la Defensa Territorial de las Fuerzas Armadas ucranianas.
Se formaron rápidamente los centros de voluntarios. Hubo tanta gente dispuesta a ayudar a los militares y a los refugiados que no quedaba espacio ni para ponerse de pié, ni para poder respirar hondo.
Así fue el comienzo de una guerra a gran escala que lo cambió todo de manera irrevocable: nos enseñó a ser resilientes, intrépidos y decididos.
En este artículo hemos recopilado los recuerdos de las ucranianas del primer día de la invasión rusa de Ucrania a gran escala.
Anna no se esperaba en absoluto que la guerra fuera a comenzar. Según su testimonio, antes de que comenzará la invasión a gran escala, en su ciudad todo era tranquilo y pacífico, todo el mundo vivía su propia vida. Anna tenía un apartamento. Estaba haciendo obras en su casa, y recientemente tuvo un bebé.
El primer día de la guerra a gran escala, Anna oyó un sonido extraño. Entonces, alrededor de las 7 de la mañana, empezaron los silbidos. Vio algo parecido a unas rayas rojas en el cielo.
En el barrio cercano al de Anna, las tropas rusas bombardearon un edificio residencial de nueve plantas. Le dieron justo en el centro del edificio. Luego, por la tarde, hubo más explosiones. No había ninguna instalación ni base militar en sus proximidades, allí no había absolutamente nada de eso. Sin embargo, todos los días y todas las mañanas sobrevolaban los aviones.
La guerra empezó a las 4 de la madrugada. Esa guerra que es tan insidiosa y asesina. Rusia entró en guerra contra la pacífica Ucrania. Primero, bombardearon todas las instalaciones militares, y, luego, los edificios residenciales, las escuelas y las guarderías.
Y cuando nuestros militares empezaron a contraatacar, las tropas rusas empezaron a matar a los civiles. Estábamos refugiadas en el sótano: 2 niños, 3 ancianas y 2 adultos que nos ayudaron a sobrevivir en aquellos tiempos tan terribles.
El 7 de marzo. Nuestros militares habían estado repeliendo los ataques enemigos durante toda la mañana. Luego, hubo una pausa. No había electricidad, ni gas, ni Internet. No había ninguna conexión con el mundo exterior. Era el duodécimo día de la guerra actual.
La mitad de la ciudad estaba destruida, Novoselivka estaba destruida. El centro de la ciudad estaba destruido. Las personas que tenían la oportunidad de marcharse lo hacían. Las tropas rusas se colocaron en Rivnopillia entre las viviendas y bombardeaban desde allí nuestros distritos. Pensé: “Dios, ¿cuándo acabará todo esto?”
Me desperté a las 5 de la mañana con mi marido diciéndome: "ya está, la guerra ha empezado". Hubo una confusión total acerca de qué hacer a continuación. No teníamos coche, así que cogimos billetes a Kyiv. Fuera de nuestras ventanas vimos que hubo una cola de medio kilómetro para comprar gasolina.
Las sirenas de la ciudad aún no sonaban, aún no se habían creado los canales de Telegram. La única fuente de información eran las noticias, que se emitían sin parar en todos los canales de televisión. Sólo hablaban de Sumy. Los vehículos enemigos ya atravesaban en columna el centro de la ciudad.
Mark estaba muy callado, casi no hablaba y no quería comer. Fue la primera noche sin dormir. Todo el edificio temblaba. Se oían las explosiones y el estruendo de los equipos militares.
A las 6 de la mañana, el suegro de Marina le llamó y le dijo que la guerra había comenzado y que debía quedarse en casa en lugar de llevar a su hijo a la guardería. Ella pensó: "¿Qué está diciendo? No puede ser verdad".
Qué ingenua fui. Me levanté y abrí la ventana. El frío de una madrugada invernal me golpeó inmediatamente en la cara. Pero se oían sonidos que nunca había oído antes por aquí. Yo ya había oído algo parecido cuando fui a visitar a mi marido, cuando él estaba haciendo una rotación en Mariúpol en 2015. “¿Será un bombardeo?”: pensé”.
“Pero espérate, no estoy en Mariúpol, ¡estoy en BUCHA! ¡Esto es 2022! ¡Son los suburbios de Kyiv! ¿Qué bombardeos?”, me dije a mi misma. Fue un shock. No me lo creía. Llamé a mi marido y lloré. Me dijo que hiciera las maletas y permaneciera con nuestro hijo en todo momento. Por primera vez en mi vida, sentí un miedo salvaje, un miedo animal, dijo Marina.
Como la provincia de Sumy está en la frontera con Rusia, el 24 de febrero las tropas enemigas la atravesaron inmediatamente en dirección a Kyiv. Al principio, no creía que tocarían a la población civil y que esto no duraría mucho tiempo.
Durante los 2 primeros días de la guerra, intenté trabajar a distancia. Y, entonces, empezaron a suceder cosas aterradoras. En primer lugar, nuestros chicos de la defensa territorial, prácticamente sin armas, expulsaron a las fuerzas enemigas de la ciudad de Sumy. Yo vivía en una casa, y oí todos los ruidos de la lucha.
Luego, las tropas rusas destruyeron las casas en una de las calles con un ataque con misiles, donde murió gente. Y fue en ese momento cuando me di cuenta de que la población civil también era un objetivo. Desde entonces, una bodega fría se convirtió en mi segundo hogar.
El 24 de febrero me senté delante del ordenador y me quedé despierta hasta muy tarde. A las 5 de la mañana, oí fuertes explosiones, se cortó el agua, el wifi, la televisión y, por desgracia, olvidé recargar el móvil. La toma de conciencia de la tragedia no fue inmediata. Ninguno de los amigos que se fueron el primer día me llamó.
Nunca olvidaré ese miedo. Era imposible comer, beber o dormir. Cerca de nosotros, sólo hay una estación de metro donde se podía refugiarse. Y también era difícil ir allí, porque cuando ibas allí y te quedabas varios días, luego ya tenías miedo psicológico de volver a casa.
Dimos con un conductor que nos puedira llevar a un lugar seguro, pero había bombardeos muy intensos y casos de ataques contra los coches civiles por parte de las tropas rusas, así que el conductor se opuso a la idea.
No pudimos llegar a la estación de tren durante una semana. Los taxistas, cuyos números de teléfono figuraban en Telegram, no cogieron el teléfono. Lo comprendía, había mucha gente, el pánico, todo el mundo estaba llamando. Aun así, habíamos conseguido coger un coche cerca de una tienda y llegamos a la estación.
El 23 de febrero de 2022, a última hora de la tarde, Viktoria habló con sus amigos de que era imposible que la guerra fuese a suceder. Simplemente no creía que una crueldad de esa magnitud y una agresión militar fueran posibles en nuestra época. Pero, a las 5 de la madrugada del 24 de febrero, Viktoria recibió una llamada informándole de que había comenzado una guerra a gran escala.
Al otro lado de la ventana se oían explosiones y el ruido de helicópteros y cazas. Viktoria preguntó a su madre qué debían hacer ahora, pero su madre tampoco lo sabía.
"A las 6 de la mañana, ya estábamos haciendo cola en una gasolinera, y fue cuando sonaron las alarmas antiaéreas. Era la primera alarma antiaérea que oía en mi vida y, al mismo tiempo, estaba completamente confundida respecto lo que tenía que hacer. La gente empezó a correr hacia el edificio de la gasolinera, pero está claro que no les habría salvado en el caso de que le impactara un misil", recuerda Viktoria.
El 24 de febrero, a las 5 de la mañana, Natalie se despertó por el frío y por los sonidos de los aviones de combate y de las explosiones que se acercaban cada vez más. Su cuerpo empezó a encogerse de miedo, y sintió una necesidad de rezar.
Su casa ya se había quedado sin electricidad, el calentador de gas y la bomba de agua no funcionaban y no había calefacción. Su conexión a Internet y la cobertura móvil habían desaparecido. “Era como si estuviéramos en un vacío frío, sin comprender claramente qué estaba pasando. La casa se iba enfriando poco a poco, y no fuimos a comprar la comida ni la gasolina esa noche, con la esperanza de poder hacerlo por la mañana", recuerda Natalie.
Poco después, Natalie consiguió encontrar un lugar en el patio con cobertura móvil y llamó a sus familiares. Fue entonces cuando se dio cuenta de que todo esto era real, de que se trataba de una terrible guerra.
Estas historias son innumerables. Cada nombre, cada cadáver sin identificar y el silencio de quienes no pueden hablar debido al miedo, el dolor y la pena vividos, que encapsulan la verdadera historia ucraniana, la historia que Rusia intenta cercenar por todos los medios. Ucrania perdurará y, después de lograrlo, contará las memorias del día cuando consigamos la victoria.