En las narrativas predominantes sobre la descolonización y el desarrollo poscolonial de los países de Asia, África y América Latina (AAAL), la presencia de científicos ucranianos suele pasar desapercibida, absorbida por la sombra más amplia del internacionalismo soviético (enmarcado como el deber moral e histórico de la URSS de apoyar a los pueblos oprimidos y provocar una revolución socialista mundial que seguía siendo un instrumento de control).
Sin embargo, un examen más detallado revela una lista de ucranianos que dieron forma a las instituciones locales y los marcos epistémicos en los países de Asia, África y América Latina.
Una de las figuras más destacadas en este panorama es Borys Balinsky (1905-1997), un embriólogo nacido en Kyiv que se convertiría en una figura fundamental de la ciencia sudafricana.
Formado en la universidad de Ivan Schmalhausen en el Kyiv del período de entreguerras, Balinsky ascendió rápidamente en el escalafón académico y en 1933 se convirtió en profesor de zoología. Sin embargo, las purgas estalinistas y la devastación de la Segunda Guerra Mundial truncaron su carrera.
Tras sobrevivir a la represión y a la eventual evacuación de la URSS, Balinsky se instaló en Johannesburgo en 1949 y se incorporó a la Universidad de Witwatersrand, donde redefiniría el campo de la biología del desarrollo en el continente.
En Witwatersrand, Balinsky no solo dirigió el Departamento de Zoología (1954-1973) y fue decano de Ciencias (1965-1967), sino que también fundó una escuela pionera de embriología experimental y microscopía electrónica.
Su enfoque comparativo del desarrollo de los anfibios, estudiando no solo especies clásicas del laboratorio como Xenopus laevis, sino también diversos anfibios africanos, situó a la embriología sudafricana en el mapa mundial mucho antes de que estos modelos se convirtieran en estándar en los laboratorios occidentales.
Su influyente libro de texto, An Introduction to Embryology (1960), se convirtió un libro de referencia en todos los continentes, traducido a al menos cinco idiomas y reimpreso en más de 100 000 ejemplares.
Transformó fenómenos de desarrollo complejos en conocimientos accesibles para generaciones de investigadores de los países de la AAAL, muchos de los cuales estudiaron bajo su tutela directa.
Al resistirse al aislamiento de la ciencia de la época del apartheid, mantuvo correspondencia científica, fue mentor de estudiantes de color a pesar de la segregación sistémica y llevó en silencio los residuos éticos de un humanismo científico ucraniano formado en las repúblicas de entreguerras.
En 2024, la Universidad de Witwatersrand, en colaboración con la Embajada de Ucrania, organizó un simposio en su honor, restaurando su nombre como figura del conocimiento tanto ucraniana como sudafricana, cuyo trabajo trascendió fronteras y bloques ideológicos.
Otro pionero es Volodymyr Lypsky (1863-1937), un botánico ucraniano cuyas expediciones por el norte de África y el sudeste asiático dejaron huella en la ciencia botánica mundial.
Nacido en Volinia y formado en la Universidad de Kyiv, Lypsky fue el director del Jardín Botánico de Odesa y dirigió el Departamento de Botánica de la Academia de Ciencias de Ucrania. Desde principios del siglo XX, sus expediciones le llevaron a Túnez, Argelia, Indonesia y Asia Central, donde recogió, clasificó y describió más de 220 nuevas especies de plantas, 45 de las cuales acabarían llevando su nombre.
El trabajo de Lypsky no se limitó a la recolección de especímenes. Desarrolló una clasificación sistemática de la flora del norte de África y, en 1904, publicó Botanical Institutions and Gardens in Southern Europe and North Africa, una descripción enciclopédica de las infraestructuras botánicas del Mediterráneo.
Sus esfuerzos ayudaron a sentar las bases para la investigación botánica autóctona en regiones donde la extracción colonial había dominado las agendas científicas.
Pasando de la ciencia a las infraestructuras, la historia de Mykhailo Chmykhov, un instructor de vuelo ucraniano en la Mozambique posterior a la independencia, pone de relieve otro eje de influencia.
A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, tras la liberación de Mozambique del dominio colonial portugués, el país se enfrentó a la urgente tarea de construir su propia aviación militar y civil. Como parte de los programas de asistencia técnica soviética, llegaron especialistas ucranianos, entre ellos Chmykhov, para ayudar a establecer una fuerza aérea nacional.
El papel de Chmykhov no fue meramente técnico. Enseñó a la primera generación de pilotos mozambiqueños a volar, mantener y coordinar aeronaves en un contexto de infraestructura limitada y presión externa.
Sus programas de formación abarcaban tanto conocimientos teóricos como habilidades prácticas: despegues, reconocimiento, cartografía aérea y navegación de emergencia. Sus alumnos, entre 1979 y 1982, se convertirían en los cuadros fundamentales de la Fuerza Aérea de Mozambique.
Aunque operaba dentro del marco soviético, Chmykhov trajo consigo una tradición claramente ucraniana de formación aeronáutica, forjada en Járkiv y Zaporiyia, y la adaptó a los retos de un estado africano en primera línea de frente.
Por último, la obra de Sofia Yablonska (1907-1971) ejemplifica un tipo diferente de compromiso con los países de AAAL, basado en la representación cultural, los relatos de viajes y la imaginación anticolonial. Nacida en el oeste de Ucrania bajo el dominio de los Habsburgo, Yablonska se marchó a París en la década de 1920 y se convirtió en una de las primeras mujeres ucranianas periodistas de viajes y cineastas.
Entre 1928 y 1932, viajó extensamente por Marruecos, donde vivió durante varios meses, y más tarde documentó sus experiencias en El encanto de Marruecos, un diario de viaje escrito en forma de diario e ilustrado con sus propias fotografías.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos franceses, Yablonska evitó los tropos exotizantes. Sus escritos sobre Marruecos, Indochina y China, desarrollados con mayor detalle en From the Land of Rice and Opium (1936) y Distant Horizons (1939), combinaban la narrativa personal, la observación etnográfica y sutiles críticas al dominio imperial.
En colaboración con la Société Indochine Films et Cinéma, capturó la vida cotidiana en los países mencionados de AAAL con empatía y realismo.
Como mujer ucraniana que navegaba por el mundo colonial desde los márgenes de Europa, Yablonska ofrecía una mirada alternativa, ni imperial ni totalmente occidental, dando voz a sujetos que, de otro modo, habrían sido objetivados en la literatura colonial dominante.
En conjunto, estas vidas esbozan una historia menos conocida de la presencia ucraniana en los países AAAL, una presencia que no fue colonial, sino colaborativa, no extractiva, sino generativa.
Ya sea en laboratorios, aeródromos, jardines botánicos o bobinas de cámara, estas personas contribuyeron a la creación de infraestructuras y epistemologías poscoloniales. Trajeron consigo no solo habilidades y conocimientos, sino también las cargas y las percepciones de una nación a la que durante mucho tiempo se le negó la soberanía.
Su trabajo nos recuerda que la historia del desarrollo global no es un diálogo entre el llamado Occidente y el resto. Es una historia en la que Ucrania y los países de Asia, África y América Latina han construido los mundos en los que vivimos hoy.
Este artículo ha sido elaborado en colaboración con el Instituto Ucraniano, la principal institución cultural y de diplomacia pública de Ucrania, y la ONG Fundación para la Diplomacia Cultural.